Aida “Porota” Herrera de Martínez y Norma Abdelnur se miraron de reojo cuando la segunda hizo la sugerencia. “Ella era la ‘profe’ de música en el Colegio San Martín. Llamó a mi mamá y le dijo que yo tenía cualidades musicales importantes, así que, al menos, debía rendir en la escuela de música”, recordó Melina Véliz, señalando el punto de inflexión en su vida.

La entrenadora de la Selección Argentina de Cestoball masculina, campeona mundial en 2023, fue protagonista de una disputa sana entre esas dos docentes que marcaron su camino. “Porota”, su formadora deportiva, y Norma, su mentora profesional: así se pueden establecer sus roles. Si había miradas de desaprobación, provenían del lado de “Porota”, quien coincidía con su colega, pero desde la óptica del cestoball. Veía en aquella adolescente algo especial para un deporte que nació en el país en 1903 y que, por entonces, formaba parte del programa curricular. Hoy, sólo se juega en algunos clubes.

La profesora de educación física no dio un paso atrás, sino hacia adelante: acompañó. Era más comprensible que el futuro de Melina estuviera vinculado con la música. Artista, educadora, productora y compositora, su camino ofrecía una gama más amplia de posibilidades que el deporte, que ni siquiera era semiprofesional, no contaba con ligas (hoy sí en varias provincias) y tampoco tenía una proyección internacional clara. El primer Mundial, que recién se disputó hace poco, fue ganado por Argentina en ambas ramas.

La actitud de “Porota” encaja perfectamente con la figura de una mentora: alguien que prioriza el beneficio del otro. Desde la Villa Obrera de Tafí Viejo, pasando por las aulas de la capital tucumana, hasta liderar un proceso deportivo nacional, Melina Véliz atravesó situaciones que forjaron su identidad, marcada por un perfil bajo en contraste con la magnitud de sus logros.

Su trayectoria en el cestoball comenzó de forma inesperada, en un entorno culturalmente distinto al de sus compañeras. Integrarse fue un desafío: las demás chicas se conocían de otras escuelas. “La primaria la hice en la Escuela 40, Bernardino Rivadavia. Amé esa escuela, me enseñaron muchísimas cosas”, recordó.

El ingreso al mundo del cestoball fue impulsado por “Porota”, quien deseaba tenerla como jugadora y se esforzó para que pudieran seguir juntas. “En esa época había una reglamentación que establecía que quienes vivían del lado de la Villa Obrera hacia la villa debían ir a la Escuela Comercial. Así que tuve que cambiar el domicilio para poder asistir al colegio San Martín”, destacó con picardía la directora técnica.

ESTRATEGIA. El cestoball argentino pisa fuerte con una generación de talentos. Foto de Osvaldo Ripoll/LA GACETA.

La vida de la campeona mundial, actual jugadora del Club Atlético Estudiantes (CAE), transcurre hoy entre la docencia como maestra de música en tres escuelas y su rol deportivo. Una balanza equilibrada entre sus pasiones. De adolescente, se definía como alguien con poca vida social, marcada por diferencias socioeconómicas que la hacían sentirse “afuera” del grupo. El deporte se convirtió entonces en su refugio y en una fuente de reconocimiento.

Como estudiante fue tan destacada, que egresó con la medalla de oro, obteniéndola por apenas ocho décimas. ¿Qué hizo la diferencia? “La nota de deporte y música hizo la pequeña diferencia. Había compañeras muy, muy buenas”, recordó la docente.

“Nunca me ha sido difícil compartir”, afirmó, destacando el valor de ayudar a otros a crecer. Por la vida que tuvo, le resulta natural detectar cuándo alguien necesita ayuda. Sus hermanos y ella formaron un equipo con sus padres para enfrentar los desafíos económicos. Luis, su papá, era maquinista en los talleres de trenes de Tafí Viejo, pero quedó sin trabajo cuando cerraron. La familia entera se organizó. El esfuerzo surgió naturalmente y continuaron con pocos sobresaltos bajo el liderazgo de Luis y Carmen. Los tres hermanos (Pablo y Federico completan el equipo) estudiaron, se recibieron… y siguieron jugando al cestoball. Todos fueron campeones del mundo.

¿Colorín colorado, este cuento se ha terminado? Podría, porque el final sería feliz. Pero ni por asomo la historia parece cerrarse.

El Mundial disputado en 2023 fue el primero en la historia de este deporte, y Argentina ganó los dos títulos. El proceso liderado por los Véliz, conocidos en el ambiente como “Los Hermanos V”, generó una identidad de equipo tan fuerte que jugadores de todo el país desean formar parte y mantener ese crecimiento.

Por eso, hoy muchos jugadores de cestoball tienen una idea fija: cómo deslumbrar a Melina en Misiones para ser convocados. En la ciudad de El Dorado, provincia de Misiones, se jugará del 23 al 27 de julio el torneo nacional. Será la sexta edición en la rama masculina y la 49ª en la femenina. La diferencia llama la atención y tiene explicación: cuando Enrique Romero Brest ideó el deporte, lo hizo con la intención de incluir a las mujeres en la educación física escolar, en un contexto donde los deportes tradicionales no siempre contemplaban su participación.

La popularización del cestoball masculino fue un proceso gradual, impulsado por su inclusión en estructuras deportivas nacionales y, más recientemente, por la proyección internacional del deporte. La Asociación Internacional se fundó en 2021. Actualmente, India es el principal rival de Argentina por su cantidad de jugadores y su organización, especialmente en categorías formativas. Otros países como República Dominicana, Sri Lanka, Bangladés e Islandia están creciendo rápidamente gracias a su incorporación del cestoball en escuelas. Francia, probable sede del próximo Mundial, también muestra avances. Melina recuerda una clínica con jugadoras francesas en Tucumán como una experiencia “muy fuerte” por las diferencias culturales, pero reveladora del crecimiento global del deporte.

El apoyo de la Confederación Argentina de Cestoball ha sido clave. Un equipo de trabajo comprometido impulsó la apertura hacia las provincias y brinda acompañamiento constante. Aunque las becas para atletas y entrenadores del gobierno nacional anterior ya no están vigentes, la comunicación es fluida y se gestionan recursos. La posibilidad de que los entrenadores de la Selección realicen scouting y dialoguen con otros técnicos en torneos nacionales, como el próximo en Misiones, es un avance significativo en la estructura del deporte.

"El jugador de la Selección no se define sólo por su talento", dijo la entrenadora de 44 años

Entonces, ¿qué busca la tucumana en sus jugadores? Melina quiere un perfil completo: talento, pero también humildad y compromiso con el equipo. Eso se refleja tanto en la cancha como fuera de ella, en la interacción con la comunidad y la difusión del deporte.

“Mi visión es amplia. El jugador de la Selección no se define sólo por su talento. Buscamos al talentoso que también trabaja en equipo, que mantenga cierta humildad y ponga sus virtudes al servicio del conjunto. No sólo dentro de la cancha, también afuera”, describió la entrenadora de 44 años.

“Por eso, cuando nos concentramos, priorizamos no sólo el juego: también las actitudes. Cómo interactuar en el lugar donde vamos, trabajar con niños, dar clínicas, acercarnos. Vamos a competir, sí, pero estamos en un momento histórico: el cestoball tiene que crecer, crecer y crecer. Los jugadores lo van entendiendo y se va formando una identidad. Y sucede que el que está afuera -percibe la tucumana- está loco por pertenecer a la Selección”, aseguró.

Los objetivos de Melina para el cestoball argentino apuntan a consolidar el crecimiento y fortalecer esa identidad forjada. Aunque el próximo Mundial se estima para fines de 2026 o comienzos de 2027, la preparación es constante. Su mirada está puesta en algo más que el talento: busca compromiso con el desarrollo de un deporte que nació en Argentina y que, por primera vez, empieza a conquistar el mundo.